Entre el Ego y la Responsabilidad: Una conversación silenciosa
Sí, Jorge, ya lo sabemos. Dios, como se tardó en largarse!!
Sé que es importante cuidar nuestro patrimonio, la casa, el auto, el negocio, pensar en el retiro… ¡ya lo sabemos! Hoy solo quiero sentarme a descansar, pasar una hora buscando algo bueno en alguna de mis cinco o seis plataformas de streaming. Hoy no quiero responsabilidades, preocupaciones ni deberes. ¡Ya basta! Toda la semana fue una locura: el tráfico, los recibos pendientes, el estrés en el trabajo, mis compañeros que no ayudan, mi jefe que no me da el aumento, el carro con ese “ruidito” justo cuando viene el fondo de ahorro, el aguinaldo o esa tandita. ¡Maldita sea!
Hoy solo quiero olvidarme de que existo y darle un respiro a mi cerebro. Decirle: «¡Hey, relax! Hoy no pienses, solo observa la televisión y déjate llevar. O, mejor aún, gastemos unas cuantas horas en el celular viendo videos que me saquen una sonrisa hasta que se me canse el cuello, el dedo, la muñeca… O hasta que me descubra a mí mismo desperdiciando el día y decida salir a caminar, pasear al perro, o tal vez hablarle a algún amigo para dejar de ser un flojo y salir a algún bar, café o su casa, a platicar sobre lo estresante de la semana. Saber que alguien más vive igual que yo me reconforta.
Sí, vive igual que yo. Atrapado en una rutina pegajosa que no te suelta, y cuando intentas salir, te arrastra de vuelta con más fuerza que la gravedad. Así somos mi amigo y yo, y esos sábados libres… ¡Ah, qué bonitos son! Descargamos la frustración, el estrés, las risas, el llanto… Eso es vida. Esos momentos en los que, por un segundo, soñamos con vencer a la rutina. ¿Un viaje? ¡Sí! Un viaje sería perfecto… ¿Pero a dónde? Bah, qué más da. Lo importante es salir, ir a algún lugar que siempre hayamos querido, o que creemos haber querido. Aunque a veces me doy cuenta de que desplazo mis sueños auténticos por los de otros, por esos destinos populares de los que todos hablan. ¡No quiero quedarme sin tema en las reuniones de amigos que ya fueron y yo no!
Brindaré por eso con mi amigo esta noche, seguiré en mi rutina y mañana, domingo, me despertaré tarde. Haré los quehaceres, lavaré la ropa, iré por la despensa y, sí, volveré a mis series, mi celular, mis libros y continuar con mi deporte favorito, quejarme del Lunes que se aproxima jaja!!.
Sé que es importante hablar de ahorro, de proyectos, de objetivos, de planes. Pero, ¿a qué hora? ¿A qué hora quiere que me siente a hablar de cosas aburridas como esas? ¿No ve que estoy ocupadísimo viviendo mi vida, disfrutando mi existencia? Vaya tipo!!
¿Disfrutando? ¿Estoy disfrutando? Claro que si!!, soy muy feliz. ¿Cómo no serlo? Tengo un buen trabajo, gano bien, me dan bonos, tengo gente a mi cargo. Y… y… (ruego en silencio que los sábados duren unos minutos más, que el sol tarde en meterse, que el domingo sea de 48 horas, que mi vida tenga más novedades, que mi estómago deje de inflamarse cinco días a la semana, que mi cabeza deje de dolerme cada tercer día, que no gaste tanta vida en el tráfico, que pueda comer mejor, que pueda enfocarme en hacer ejercicio, como «todos lo hacen ahora», que se sepa que, aunque no lo admito, no soy realmente feliz. Vivo en una burbuja de estrés acumulado.), ¡ey!, fuera de aquí negatividad…
¿Cómo que no soy feliz? ¡Infelices los que están allá afuera batallando, no yo! Así que, por favor, déjame en paz. Tengo muchas cosas muy importantes que hacer, no molestes con tus asesorías.
Me enfada que venga gente a «venderme» algo diciendo que está aquí para ayudarme. ¡Bah! ¿Qué va a saber de ayudarme ese? ¡Por supuesto que no tengo ahorros! ¡Por supuesto que vivo al día! Claro que sé que gasto el fruto de mi trabajo en escapar de mi realidad los fines de semana, y en aparentar. ¡Por supuesto que sé que no tengo cobertura de salud! Y si algo me pasa ahora mismo… si algo me pasara… (pausa larga, semblante cambiado, sonrisa forzada, finalmente la pesadumbre, el miedo y el estrés vuelven a tomar posesión del rostro que minutos antes estaba lleno de enfado, orgullo y soberbia)… Todo lo demás sería irrelevante.
Pero, ¿qué sabe ese infeliz? ¿Cómo se atreve a invitarme a platicar sobre esto? ¡Yo podría hacerlo por mi cuenta! no lo necesito (la mirada se pierde en el vacío. Las palabras salen como un susurro ahogado, apenas para si mismo, dejando una sensación de irresponsabilidad, procrastinación.) Él no debería estarme buscando.
(El sonido del celular me libera de mis pensamientos.) Ah, es sábado y se me hace tarde para mi cita. ¡Qué tonterías estaba pensando! Ver tanta cosa en el celular me está volviendo loco. Mi vida está bien, mi vida está muy bien. Dios proveerá. Y si no, mi madre, mi hermano o alguien se hará cargo de mí. ¡Ja, claro! Yo tengo derecho a gastar mi dinero como me dé la gana. Para eso trabajo, ¿no? Lo gastaré en lo que quiera. Pero… ¿quién se hará cargo de mí si algo me pasa? Ah… claro, ellos. Ellos tendrán que usar su dinero en mí, también.